Por: Juan Carlos
Tapia Villarreal
Opinión Publicada En EL DIARIO; Martes 12 de febrero de 2013
Después de casi un siglo de insulsas tratativas, aun con mengua de nuestros legítimos derechos, persistimos con pedir una salida soberana a nuestro mar, con dolosas vaguedades y burlas sangrientas, a las que se suma el inexplicable abandono y apatía nacional, tornándose en un patético conformismo, al extremo que nos miran con desprecio, como a un país de menor valía, “jugando al gato y al mísero ratón”.
Esta “paz” nos entrampó bajo la influencia colonialista de la más indignante humillación. Fuimos y somos un pueblo fuerte y ecuánime, pero ahora entre pedidos y lamentos ignoramos nuestro pasado histórico, que ha nublado nuestra realidad; actuamos tan vacilantes e inseguros respecto a nuestras aspiraciones e intereses, que mostramos absoluta indiferencia.
Opinión Publicada En EL DIARIO; Martes 12 de febrero de 2013
La “paz” surge por la imperiosa
necesidad de salir de los conflictos, recuperar la armonía y lograr desarrollo
en condiciones de tranquilidad y buena disposición de unos con otros. Nuestro
país encarnó este concepto como una simple doctrina de etiqueta, en apariencia
producto de las funestas consecuencias de las tres guerras que sostuvo nuestro
sufrido país, dejándonos una estela de adversidades. Ninguna fue tan nefasta
como la Guerra del Pacífico, cuando la
“paz” se convirtió en un instrumento amoral, de soberbia y geofagia de Chile,
que impuso con violencia el Tratado de Paz del 20 de octubre de 1904, que
nos condena a un trágico enclaustramiento que cercena toda posibilidad de vida
con crecimiento y desarrollo.
Después de casi un siglo de insulsas tratativas, aun con mengua de nuestros legítimos derechos, persistimos con pedir una salida soberana a nuestro mar, con dolosas vaguedades y burlas sangrientas, a las que se suma el inexplicable abandono y apatía nacional, tornándose en un patético conformismo, al extremo que nos miran con desprecio, como a un país de menor valía, “jugando al gato y al mísero ratón”.
Esta “paz” nos entrampó bajo la influencia colonialista de la más indignante humillación. Fuimos y somos un pueblo fuerte y ecuánime, pero ahora entre pedidos y lamentos ignoramos nuestro pasado histórico, que ha nublado nuestra realidad; actuamos tan vacilantes e inseguros respecto a nuestras aspiraciones e intereses, que mostramos absoluta indiferencia.
Esa “paz” no nos sirvió de mucho, extraviamos el espíritu nacional, la
fuerza y vigor; postrados en un marasmo no abrimos los ojos para sentir las
acechanzas a nuestra soberanía. Chile, como quien no duerme tranquilo frente a
las víctimas de su polifagia, sueña amenazas y agresiones fantasmales, indicando
que éstas afectan a su desarrollo e intereses. Por tanto temor, pese a contar con fondos millonarios de
la producción del cobre (10% de las ventas del metal destinado a gastos
militares), el Congreso chileno presentó el plan “Capacidades Estratégicas”,
con un nuevo fondo millonario destinado a la “Seguridad y Defensa Nacional”.
Tal ley entrará en vigencia antes del fallo de La Haya. Ley que dará un nuevo
perfil a sus fuerzas armadas, de gran capacidad bélica y tecnología, con armas
de largo alcance y destrucción masiva, para decidir cualquier conflicto en el
tiempo más mínimo.
Su preocupación actual está
relacionada con los conflictos latentes con Argentina, Bolivia y Perú, este
último a la espera del fallo de La Haya que le será favorable. La cruda
realidad es que no hay para nosotros posibilidad de equilibrio estratégico,
menos contar con recursos humanos adecuados.
Una de las principales tareas será ejercitar una verdadera soberanía, poblando
nuestra frontera del Pacífico; crear una eficiente doctrina de “Seguridad y
Defensa Nacional”. Necesitamos una discreta cortina de misiles de largo alcance
y destrucción masiva en lugares estratégicos, para repeler cualquier agresión.
Tenemos que acabar con nuestros infortunios acomodándonos a la verdadera realidad
con la convicción de que “la salida al mar con soberanía, es más que un
precepto sagrado de la Patria: es la vida misma, es el instinto invencible de
la naturaleza. Quien ama a su madre no puede dejar de odiar al que la mancilla.
Aunque el odio no sea bueno ni moral, los del país vecino nos odian mucho más.
La historia no se debe repetir, tenemos muchas razones para pensar en una alianza entre Argentina, Perú y Bolivia. No nos dejemos sorprender.
Debemos reponer nuestra valentía de lucha, con un crecido sentimiento de
pertenencia, deteniendo el derrumbe moral y espiritual de nuestra sociedad,
dividida. José Ingenieros decía que “los hombres y pueblos en decadencia viven
acordándose de su ancestro, su pasado y de dónde vienen, los hombres geniales y
pueblos fuertes de dignidad sólo precisan saber a dónde deben ir”.
Debemos construir a cualquier costo el Poder Nacional, lejos de toda
alegoría demagógica. El territorio patrio es el súmmum de la historia y la
geografía, el hombre y la naturaleza sintetizan el destino de nuestro pueblo.
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